MARCO_71
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LVD
Lunes
28 de Mayo de 2018. N°03.
.PREADOLESCENCIA,
TRABAJO Y DELINCUENCIA.
.INTRODUCCIÓN.
Recuerdo que
cuando era niño y mi mamá (D.T.E.S.G.) me mandaba a la bodega o tienda de la
esquina, casi siempre había un chico que ayudaba al dueño en los quehaceres del
negocio: limpieza, arreglando estantes o embolsando los víveres, desde sacos a
granel a bolsas al detal. Después me enteré de que el chico trabajaba con el
bodeguero por una pequeña cantidad de dinero (trabajo informal). Esa
circunstancia de un chico (entre 8 y hasta 13, 14 años), ayudante del dueño era
común en diferentes bodeguitas de barrio de diferentes partes de la ciudad.
Esos muchachos
trabajaban en esa forma porque eran pobres, tenían hermanos menores, por
motivos de falta de la figura paternal en la familia y porque no estudiaban o
la escuela les daba media jornada de disponibilidad. Ese poco dinero que
ganaban lo usaban para ayudar algo a la familia, en útiles para la escuela o
para ayudarse en sus pequeños gastos, chucherías y golosinas. Otros chicos hasta
escapaban de sus casas con el fin de “independizarse” de su familia para no
causarles gastos, si ellos podían sostenerse y habitar en el sitio de trabajo e
incluso ayudar a su familia con parte de su pago.
La parte
positiva de este cuento es que los chicos estaban ocupados y no realengos sin
oficio, y los más inteligentes se interesaban en aprender del negocio y por
supuesto desarrollaban más interés en la aritmética de la escuela. Para el
juego, un chico siempre saca tiempo.
Con el tiempo
fui enterándome de que muchos de esos bodegueros comenzaron en su niñez de
igual forma, como ayudantes del dueño de bodega, e incluso, no solo sucedía en
el comercio: dueños de pequeñas y hasta medianas empresas lo habían hecho en su
rama industrial.
.PROBLEMA EN
VEZ DE SOLUCIÓN.
Sucede que al
ir generalizándose la práctica de estos chicos que querían ganar un dinerito,
creo, con el consentimiento de sus familiares pobres, comenzó a difundirse la
creencia y con ella una matriz de opinión, de que los niños estaban siendo
explotados por los dueños de las bodegas o tenderos, por sus padres, representantes
y por malvados adultos que llegaban a secuestrarlos y amenazarlos para que les
dieran el dinero ganado, no dejándolos volver a su casa, enseñándolos a delinquir
y formando la próxima delincuencia juvenil, potencial peligro al que estaban
expuestos en especial los llamados “niños de la calle”.
Ciertamente
esta creencia tiene fundamentos reales, pues en la viña del Señor hay y se ve
de todo, como dice el refrán; sin embargo, y es mi humilde opinión, los
legisladores de los países, latinoamericanos en especial, en vez de analizar
bien la situación y principalmente las potenciales soluciones a la problemática
planteada, con la prisa quizás de complacer a un electorado en puertas, sacaron
leyes, nuevas normas jurídicas y de jurisprudencia, que rezaban en sus considerandos:
1) Proteger al
niño y adolescente de maltratos, abusos y explotación, física, mental,
emocional, laboral y sexual, por parte de familiares, terceros adultos, cercanos
y extraños.
2) Proteger el
respeto de los derechos del niño y adolescente, ya que debe dedicarse a
estudiar, jugar y disfrutar de su niñez, a tener una vida de niño básicamente.
3)
Responsabilizar explícitamente del respeto y cuidado de esos derechos del niño
y el adolescente a sus padres y representantes legales, otorgándole por ley la
custodia y cuidado de su persona y derechos.
Esto está muy
bien, solo que no limitaron las normas a estos tres puntos, sino que fueron más
allá:
4) Se eliminó
de un tajo la responsabilidad moral del niño y el adolescente, sobre las
consecuencias y daños que sus actos, comportamiento y actitudes puedan causar a
terceros, incluidos sus padres, representantes, tutores y benefactores.
5) También se
eliminó, de otro tajo, la poca imputabilidad que antes existía, débil pero
existía, para delitos graves como el homicidio y otros de igual o más gravedad.
Esta
extralimitación en la legislación, repito es mi humilde opinión, creó una atmósfera
contaminada del veneno de la impunidad, que lejos de favorecer al niño y al
adolescente, perjudica más al próximo hombre joven y adulto porque le cercena
toda oportunidad de haberse formado sanamente en bien.
.EL VERDADERO
PROBLEMA.
Aun en el caso
de que el trabajo preadolescente fuera un problema, este pudo ser manejado con
una mejor y puntual reglamentación.
Si se quería
prevenir la delincuencia juvenil, lo que se logró fue acelerar un proceso
negativo y ahora no solo tenemos una delincuencia juvenil sino otra más
peligrosa: “una delincuencia infantil” sin un ápice de razonamiento, inconsciente,
sin escrúpulos y extremadamente temeraria.
Los agravantes
sumados a este estado de anomalía social son:
1) Vacíos de
poder en la reglamentación que son aprovechados por los verdaderos
delincuentes que obligan a los menores a delinquir por ellos, escudándolos en
la mencionada impunidad
2) Inexistencia
de reglamentaciones para el seguimiento a los resultados de la aplicación de
las nuevas leyes, potencial evaluación y enmienda en casos específicos de
ineficacia e inviabilidad, como el caso motivo de este este artículo,
3) La apatía,
inmovilidad e indiferencia de todos los entes responsables (supuestamente) de
la severa y buena aplicación de las leyes. Muchas veces lo dicen: “Sí, yo sé,
pero es la ley y no puedo hacer nada” (secreto a gritos). ¿Es verdad que no hay
quién ni qué hacer para que una ley fallida sea revocada o modificada? ¿O solo es
posible cuando es conveniente al legislador o al ejecutor? ¿Acaso no es posible
redactar informes, proyectos de reforma o de nueva ley sustitutiva, referéndum,
etc.?
.SOLUCIONES.
Creo que todos
las tenemos, incluso los aludidos, por lo menos una cada uno. ¿Cuáles son las
mejores?
Por mi parte
expongo tres puntos de una posible solución:
1) Resolver,
cambiar o modificar los puntos agravantes del problema: vacío de poder en la
reglamentación, inexistencia de reglamentación para el seguimiento de resultados
de la aplicación de nuevas leyes y la apatía de funcionarios en asumir
responsabilidad sobre el asunto en discusión.
2) Reeducar al
niño y al adolescente sobre que en toda relación humana, personal, grupal y
social hay partes y contrapartes que requieren reciprocidad; en este caso
específico, la exigencia al respeto de los derechos de una parte (el niño y adolescente)
es la respuesta a la aceptación de un deber hacia la contraparte (familia, la
comunidad y la sociedad en general).
3)
Retornar sobre el niño y el adolescente, la responsabilidad moral e imputabilidad
en delitos graves. Total, todavía se siguen enviando a reformatorios (centros
de reeducación) y a nadie se responsabiliza del delito, cosa que es injusta con
las víctimas.
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